CRISTO: EXPIACION, PROPICIACION, REDENCION Y REMISION
Analizar estos términos que están íntimamente involucrados en la obra realizada por nuestro Señor Jesucristo en la cruz, nos permite profundizar aún mas en el valor de lo que significó el derramamiento de aquella preciosa sangre en el madero del Gólgota.
Lo que Cristo logró en la cruz, es verdaderamente extraordinario y no tiene parangón. El tratamiento de nuestros pecados en la cruz, es un obra cuyo diseño es divino y no humano. No fue un hombre simplemente el que murió en la cruz, sino que Dios – hombre, el eterno Emmanuel.
No fue un ser creado quien murió en la cruz, sino que uno eterno, destinado desde antes de todas las cosas, tal cual lo declara el apóstol Pedro:
“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” 1 Pedro 1:18-20
Si hubiese sido un hombre quien murió en la cruz, lo ocurrido habría sido un crimen o un martirio, y no una ofrenda en sacrificio voluntario. Cristo quiso morir por nosotros, a él nadie le quitó la vida, él la puso voluntariamente por nosotros. (Juan 10:17-18).
1. Cristo nuestra expiación
“Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada” Isaías 53:10
La mención de esta palabra en las sagradas escrituras, apunta básicamente a la acción de cubrir el pecado.
Es eso lo que justamente hizo nuestro amado Salvador; Él extiende un manto de justicia sobre nosotros para poder cubrir el pecado que nos impedía llegar a Dios. Es la eficacia de su sangre que encubre nuestras iniquidades y desaciertos.
Cuando el hombre peca en el jardín del Edén, la vergüenza de su desnudez queda al descubierto. Nada podía cubrir con eficacia aquella naturaleza caída; ni siquiera las dedicadas costuras de los delantales de hojas de higueras que Adán y Eva se cocieron a espaldas de Dios. Era el comienzo de la separación del hombre y de Dios, pero además, el comienzo de la manifestación de la eterna obra de la salvación en Cristo.
Era necesario que alguien expiara nuestro pecado delante de los ojos santos de Dios. Esa era la misión de nuestro Señor Jesucristo, y eso fue justamente lo que el consumó en la cruz del Gólgota.
Nadie podrá entrar a la gloria de Dios y anular aquella destitución, si sus pecados no son cubiertos bajo la sangre de Cristo.
“Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos” Romanos 4:7
Toda persona que cree de todo corazón en el sacrificio de Cristo como único medio para alcanzar salvación, obtiene esta bendita expiación. De esta manera, Dios ya no nos mira a través de nuestra horrorosa condición natural, sino que nos mira a través del manto de justicia de Cristo, a través de su perfección, de su dignidad y de su pureza. Sin expiación, ningún hombre puede ser salvo.
2. Cristo nuestra propiciación
“Y él es la propiciación por nuestros pecados...” 1 Juan 2:2
La palabra propiciación alude no solo a la acción de cubrir nuestros pecados, sino que trata con la tarea de aplacar la ira santa de Dios.
Bien sabemos que Dios es santo y que no tolera el pecado porque le enciende el fuego de su furor. Mucho se habla de que Dios es amor, pero poco se menciona de que él es fuego consumidor. Dios ama a los pecadores, pero aborrece nuestro pecado.
El apóstol Pablo nos presenta con mucha claridad lo que Dios siente frente al pecado:
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” Romanos 1:18
El pecado enciende el fuego de la ira santa de Dios. El libro de Apocalipsis declara veintiún juicios que serán derramados a la tierra y que son muestra del furor de Dios frente al pecado.
Dios no pasará por alto nuestras transgresiones. Su justicia demanda la muerte como paga del pecado.
Es en esta escena donde aparece la obra bendita de nuestro Señor Jesucristo, porque al momento de morir en la cruz, la ira santa de Dios fue aplacada, revelando con ello la esencia de aquella bendita propiciación.
No existió, no existe, ni existirá una ofrenda más eficaz y mas agradable a Dios, a tal punto de apagar su ira, como la realizada por nuestro Señor Jesucristo en la cruz del Gólgota. Cuando Cristo muere, de aquella cruz se desprende la mas grata de las fragancias, la cual sube hasta Dios Padre, aplacando su ira de una vez y para siempre.
Toda persona que cree de todo corazón en el sacrificio de Cristo como único medio para alcanzar salvación, obtiene esta bendita propiciación. De esta manera, ya no estamos bajo la ira de Dios. Sin propiciación, ningún hombre puede ser salvo.
3. Cristo nuestra redención
La palabra redención indica un acto de adquirir o comprar algo a través de la cancelación de un precio de rescate.
En la antigüedad, el pueblo de Israel estaba muy habituado a considerar los rescates a través de la redención. Recordemos el clásico pasaje de Rut:
“Después le dijo Noemí: Nuestro pariente es aquel varón, y uno de los que pueden redimirnos” Rut 2:20
El concepto de redención enmarcado en ese tiempo solo en leyes sociales, venía a ser parte de las sombras o figuras que hablaban de lo que siglos mas tarde Cristo realizaría en la cruz.
Era necesario que alguien pagara el precio de nuestro rescate. Era imprescindible que alguien comprara nuestra libertad, y eso es lo que hizo nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo.
“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”
1 Corintios 6:20
Cristo es nuestro redentor que pago el precio de nuestro rescate. El es el modelo de contradicciones; nosotros le vendimos por treinta míseras piezas de plata, pero el nos compró a un precio de su bendita sangre. ¡Aleluya!
“...nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados...” Efesios 1: 6-7
Toda persona que cree de todo corazón en el sacrificio de Cristo como único medio para alcanzar salvación, obtiene esta bendita redención. De esta manera, ya no estamos esclavos del pecado y de su condenación. Sin redención, ningún hombre puede ser salvo.
4. Cristo nuestra remisión
“ porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” Mateo 26:28
La palabra remisión denota el acto de devolver algo a su origen o de enviarlo lejos.
En el antiguo testamento, aparece el texto de levítico 16, en donde se ordena para el día de la expiación apartar un macho cabrío que cargaría los pecados para “remitirlos” a Azazel. Si bien, no existe mucha claridad en el origen de la palabra Azazel, se concluye que su significado es algo así como una entidad demoníaca ubicada en lugares desérticos, destino al cual era enviado aquel macho cabrío.
“ y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto” Levítico 16:21
El acto de remisión, en otras palabras, significa tomar la carga del pecado y llevarla lejos. Como ya hemos señalado, en el antiguo pacto, la imagen misma de las cosas y la obra de Cristo en la cruz, aparecen en medio de figuras y símbolos, pero en el nuevo pacto todo es hecho manifiesto con la muerte de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
El Señor Jesucristo fue el cordero de Dios destinado, desde antes de todas las cosas, para derramar su sangre para remisión de nuestros pecados. Es importante precisar que no solo la sangre es lo indispensable, sino que el derramamiento de la misma.
“Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” Hebreos 9:22
Toda persona que cree de todo corazón en el sacrificio de Cristo como único medio para alcanzar salvación, obtiene esta bendita remisión. De esta manera, todos nuestros pecados han sido enviados lejos de la presencia de Dios. Sin remisión, ningún hombre puede ser salvo.
Como hemos visto en una forma muy simple y práctica, la obra de la salvación contiene estos maravillosos términos que nos revelan que la sangre de Cristo, es eficaz para cubrir nuestros pecados, para aplacar la ira santa de Dios, para librarnos de la esclavitud comprándonos a un alto precio y para enviar lejos todas nuestras transgresiones.
Con todo esto ¿Cómo no hemos de alabar al Señor quien por su gracia nos ha otorgado todo lo suficientemente necesario para la vida eterna? |